La célebre pregunta hecha por Sigmund Freud
que hasta el final de su vida no consiguió responder, es aún muy usada en la
cultura popular para ironizar y de cierta manera homogeneizar a las mujeres.
Libros, películas y novelas han intentado representar o al menos lanzar
hipótesis acerca de lo que queremos las mujeres.
Los medios de comunicación también hacen lo
suyo, encuentro muy peculiar que periódicos como El Espectador tengan una
sección denominada “mujer” y en ella frecuentemente se encuentren temas como
farándula, trucos de belleza o culinaria. Sin el ánimo de extrapolar si estos
temas son o no del interés de algunas mujeres, ¿no crees que resulta algo
excluyente y limitante?
Tener una sección que se denomine “mujer”,
que exista una sección en la tienda de libros que se llame “literatura para
mujeres”, tener una sección de juguetes exclusiva para niñas (donde todo es
muñecas, cocinitas o cosas de belleza y todo es rosa) es continuar con esa
alienación explícita en la que se determina que es ser hombre y que es ser
mujer.
Resulta ambiguo esta sección “Mujer” en El
Espectador porque, se podría llegar a interpretar que las demás secciones no
son para las mujeres y, que los
contenidos de dicha sección no son para los hombres. Ahora, en un intento de
respuesta a Freud, voy a exponerte una obviedad: (como si dijera que el agua
moja) Es casi imposible determinar qué es lo que quieren las mujeres en su
totalidad (esto bien puede explicar por qué Freud no pudo resolver el enigma) ya que, ¡las mujeres no somos
una masa compacta y homogénea que piensa y actúa igual!
Si una sección denominada “Mujer” fuera
creada especialmente para mí, tendría que tener artículos de política,
economía, turismo, misterios, vida extraterrestre, cultura, diseño, deportes,
moda, culinaria práctica, salud, etc. La lista sería muy extensa y además, si
se creara una lista para cada mujer, la complejidad del data base sería muy
alta dado al volumen de la información.
Que
quieren las mujeres tiene la misma validez de la
pregunta ¿Qué quieren los hombres?, y presumir que todas las mujeres son “locas” por los zapatos es igual de
simplista y reducido como decir que todos los hombres son “amantes” del fútbol. (O que todos los colombianos trafican con coca
¬¬)
Y me encanta ese uso de las palabras
-muchas veces pasamos por alto el poder de ellas y las usamos sin mucho
pensarlo, pero es un poder muy grande que incluso afecta al agua: https://www.youtube.com/watch?v=JcpLU09EjtI-
Porque las mujeres son “locas”, pero los
hombres son “amantes”, pero ¡claro! Si desde los albores del conocimiento
sicológico se decretó que la mayoría de las mujeres sufrían de una especie de histeria. Me pregunto si alguna vez a
estos respetados sicólogos se les pasó por la cabeza que la gran mayoría de las
mujeres de la época (que estaban confinadas al hogar y a los hijos) tenían unas
insatisfacciones muy agudas, para empezar ni siquiera podían decidir sobre sus
cuerpos y la misma sociedad era la que les imponía como era que tenían que
comportarse. No crees que si te impusieran los roles y se te limitara a la vida
privada (al hogar, sí, pero al cuidado, ya que las decisiones las tomaban los
hombres) ¿no sería posible que desarrollaras algún tipo de patología sicológica
como depresión o histeria, derivadas de las múltiples insatisfacciones y el
fuerte sentimiento de impotencia?
Es evidente que aún hay muchas
frustraciones e impotencias, alteraciones como la bulimia o la anorexia son un
ejemplo de ello, claramente, en muchos casos son derivadas del intento latente
de la sociedad por imponer cánones y roles a la fuerza. Recientemente fue
publicado un libro de la escritora israelí Orna Donath que trata sobre uno de
los tabúes más antiguos y polémicos de todos los tiempos: cuando las madres se
arrepienten de serlo, y no se refiere al aborto o al arrepentimiento que nace
de la frustración de la difícil etapa lactante, sino de casos donde las mujeres
tienen hijos mayores, incluso son abuelas, pero sienten que se arrepienten,
bien porque sus hijos no son lo que esperaban o bien porque no era lo que
querían para ellas mismas. En la mayoría de los casos son mujeres que llevan
ese sentimiento a solas, no lo comparten con nadie, y sienten una profunda contradicción
y sentimiento de culpa porque afirman que aman a sus hijos y hacen lo mejor que
pueden por ellos.
Casos de padres y madres que se arrepienten
abiertamente no son ajenos en nuestra sociedad (aunque conozco una mayoría muy
superior de padres que se arrepienten frente a madres que se arrepienten), y lo
“habitual” es el abandono (o dejarlos en adopción), lo “novedoso” de los
testimonios del libro (y dejo “novedoso” entre comillas porque ese sentimiento
no es nuevo, sino que hasta ahora se publica) es que estas madres no abandonan
a sus hijos, y como lo mencioné antes, los aman y se sienten mal porque
consideran que arrepentirse las convierte en malas madres. Pero creo que no son
malas madres, simplemente humanas.
La sociedad en su afán de estereotiparlo
todo, tiende a deshumanizar a las madres (especialmente a través de la
publicidad y los medios) dejándolas como entidades superiores que levitan y que
al momento de ser madres dejan de ser mujeres, humanas, con sueños, proyectos,
maneras individuales e incluso egoístas, en fin, características humanas. Esto
no quiere decir que todos seamos 100% soñadores o egoístas, todos somos
diferentes y podemos tener – como en una mezcla química- un poco más de esto o
un poco menos de aquello.
Así como nuestra humanidad es heterogénea,
de la misma manera somos las mujeres, y ya viene siendo hora que dejemos de
encasillar y de una vez por todas entender que no se puede resumirnos.
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