La mujería desea compartir con sus lectoras y lectores hechos e historias de mujeres que desempeñan y han desempeñado papeles importantes, mujeres contemporáneas o de siglos pasados, artistas, científicas, cocineras, guerreras, etc, queriendo promover, visibilizar y dignificar a la mujer en distintos ámbitos y realidades.

lunes, 26 de septiembre de 2016

¿Qué quieren las mujeres?

La célebre pregunta hecha por Sigmund Freud que hasta el final de su vida no consiguió responder, es aún muy usada en la cultura popular para ironizar y de cierta manera homogeneizar a las mujeres. Libros, películas y novelas han intentado representar o al menos lanzar hipótesis acerca de lo que queremos las mujeres.
Los medios de comunicación también hacen lo suyo, encuentro muy peculiar que periódicos como El Espectador tengan una sección denominada “mujer” y en ella frecuentemente se encuentren temas como farándula, trucos de belleza o culinaria. Sin el ánimo de extrapolar si estos temas son o no del interés de algunas mujeres, ¿no crees que resulta algo excluyente y limitante?
Tener una sección que se denomine “mujer”, que exista una sección en la tienda de libros que se llame “literatura para mujeres”, tener una sección de juguetes exclusiva para niñas (donde todo es muñecas, cocinitas o cosas de belleza y todo es rosa) es continuar con esa alienación explícita en la que se determina que es ser hombre y que es ser mujer.


Resulta ambiguo esta sección “Mujer” en El Espectador porque, se podría llegar a interpretar que las demás secciones no son para las mujeres  y, que los contenidos de dicha sección no son para los hombres. Ahora, en un intento de respuesta a Freud, voy a exponerte una obviedad: (como si dijera que el agua moja) Es casi imposible determinar qué es lo que quieren las mujeres en su totalidad (esto bien puede explicar por qué Freud no pudo resolver el enigma) ya que, ¡las mujeres no somos una masa compacta y homogénea que piensa y actúa igual!

Si una sección denominada “Mujer” fuera creada especialmente para mí, tendría que tener artículos de política, economía, turismo, misterios, vida extraterrestre, cultura, diseño, deportes, moda, culinaria práctica, salud, etc. La lista sería muy extensa y además, si se creara una lista para cada mujer, la complejidad del data base sería muy alta dado al volumen de la información.
Que quieren las mujeres tiene la misma validez de la pregunta ¿Qué quieren los hombres?, y presumir que todas las mujeres son “locas” por los zapatos es igual de simplista y reducido como decir que todos los hombres son “amantes” del fútbol. (O que todos los colombianos trafican con coca ¬¬)
Y me encanta ese uso de las palabras -muchas veces pasamos por alto el poder de ellas y las usamos sin mucho pensarlo, pero es un poder muy grande que incluso afecta al agua: https://www.youtube.com/watch?v=JcpLU09EjtI- Porque las mujeres  son “locas”, pero los hombres son “amantes”, pero ¡claro! Si desde los albores del conocimiento sicológico se decretó que la mayoría de las mujeres sufrían de una especie de histeria. Me pregunto si alguna vez a estos respetados sicólogos se les pasó por la cabeza que la gran mayoría de las mujeres de la época (que estaban confinadas al hogar y a los hijos) tenían unas insatisfacciones muy agudas, para empezar ni siquiera podían decidir sobre sus cuerpos y la misma sociedad era la que les imponía como era que tenían que comportarse. No crees que si te impusieran los roles y se te limitara a la vida privada (al hogar, sí, pero al cuidado, ya que las decisiones las tomaban los hombres) ¿no sería posible que desarrollaras algún tipo de patología sicológica como depresión o histeria, derivadas de las múltiples insatisfacciones y el fuerte sentimiento de impotencia?   

Es evidente que aún hay muchas frustraciones e impotencias, alteraciones como la bulimia o la anorexia son un ejemplo de ello, claramente, en muchos casos son derivadas del intento latente de la sociedad por imponer cánones y roles a la fuerza. Recientemente fue publicado un libro de la escritora israelí Orna Donath que trata sobre uno de los tabúes más antiguos y polémicos de todos los tiempos: cuando las madres se arrepienten de serlo, y no se refiere al aborto o al arrepentimiento que nace de la frustración de la difícil etapa lactante, sino de casos donde las mujeres tienen hijos mayores, incluso son abuelas, pero sienten que se arrepienten, bien porque sus hijos no son lo que esperaban o bien porque no era lo que querían para ellas mismas. En la mayoría de los casos son mujeres que llevan ese sentimiento a solas, no lo comparten con nadie, y sienten una profunda contradicción y sentimiento de culpa porque afirman que aman a sus hijos y hacen lo mejor que pueden por ellos.

Casos de padres y madres que se arrepienten abiertamente no son ajenos en nuestra sociedad (aunque conozco una mayoría muy superior de padres que se arrepienten frente a madres que se arrepienten), y lo “habitual” es el abandono (o dejarlos en adopción), lo “novedoso” de los testimonios del libro (y dejo “novedoso” entre comillas porque ese sentimiento no es nuevo, sino que hasta ahora se publica) es que estas madres no abandonan a sus hijos, y como lo mencioné antes, los aman y se sienten mal porque consideran que arrepentirse las convierte en malas madres. Pero creo que no son malas madres, simplemente humanas.
La sociedad en su afán de estereotiparlo todo, tiende a deshumanizar a las madres (especialmente a través de la publicidad y los medios) dejándolas como entidades superiores que levitan y que al momento de ser madres dejan de ser mujeres, humanas, con sueños, proyectos, maneras individuales e incluso egoístas, en fin, características humanas. Esto no quiere decir que todos seamos 100% soñadores o egoístas, todos somos diferentes y podemos tener – como en una mezcla química- un poco más de esto o un poco menos de aquello.

Así como nuestra humanidad es heterogénea, de la misma manera somos las mujeres, y ya viene siendo hora que dejemos de encasillar y de una vez por todas entender que no se puede resumirnos.

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