Con motivo de la celebración del Día
Internacional de la Mujer, he sido honrado con la amable invitación de las
anfitrionas para compartir en estas pocas líneas, desde mi perspectiva
masculina propia, alguna impresión u opinión referente a esta conmemoración y a
la representatividad que tiene en el mundo de hoy y en la lucha centenaria de
las mujeres por hacerlo más equitativo, menos hostil.
Muchísimas cosas podría decir, sin duda. Y si
la habilidad de plasmar fidedignamente una idea por medio de las letras hubiese
sido depositada en mí, nada más quisiera que discurrir ágilmente en temas que
abarquen el origen, desarrollo y actualidad de la causa feminista. Lo haría a
veces con la misma empatía que una causa como esta genera en sus adeptos, otras
lo haría con ánimo argumentativo y de debate constructivo, porque si algo he
aprendido con el paso y el peso de los años es que no todo lo que se ve es
realidad ni todo lo que se escucha es mentira. Por fortuna, las limitaciones de
este humilde escritor casual no me impiden expresar dos cosas sencillas:
admiración y gratitud. A eso quiero dedicar este pequeño esfuerzo creativo.
Deseo, más que nada, felicitar a estas mujeres
que con cariño y dedicación alimentan este espacio con ideas y opiniones que
son fruto no sólo del simple análisis estadístico o cultural del contexto de
género (lo que es muy común en nuestras fuentes regulares de información), sino
que nacen también del trabajo responsable y comprometido con su propio sentir y
con el sentir de aquellas mujeres que encuentran en los textos un punto de
identidad, de convergencia y de respaldo en la búsqueda de la igualdad. Parte
de una canción reveladora, que me gusta mucho, dice: ‘es fácil vegetar, dejar que otros hablan y decir: “ellos saben más que
yo”; ponerse una insignia, correr detrás de un líder’. Y en este punto, de
nuevo, cobra vital importancia el trabajo de las creadoras de La Mujería: he
sido testigo privilegiado del génesis y de la evolución de un proyecto que con voz
propia, no prestada, enarbola las banderas de la lucha femenina. Dar un ”me
gusta” a una publicación de aquellas que inundan el espacio virtual, compartir por
enésima vez el artículo que alguien más compartió o manifestar apoyo a la causa
desde la comodidad del que a nadie quiere importunar, resulta ser, en estos
tiempos modernos y convulsionados, sumamente fácil y en consecuencia, fútil.
Por el contrario, resulta muy difícil hoy en día encontrar voces como la de las
anfitrionas: coherentes con su propio discurso, que tienen la valentía de
llamar a las cosas por su nombre y que en primera línea afrontan las
consecuencias que tiene el no callar. Felicitaciones de nuevo a quienes mueven
La Mujería por ese proceder proactivo, y ante todo por enseñar con el mejor método que existe: el ejemplo.
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No me resta sino agradecer infinitamente por
las muchas cosas bellas que me ha dado este espacio. Gracias al trabajo
desinteresado de sus creadoras soy una persona con fe renovada en el sentido de
pertenencia y apropiación de los ideales. Ustedes son inspiradoras, dignas de
la admiración y cariño de quien les sigue. Necesitamos muchas más de ustedes!
Y especialmente a ti, guerrera hermosa, quiero
darte las gracias por todo aquello que me has enseñado desde el tesón y la
entereza de tu feminidad. Gracias por no rendirte. Con amor, dedicación e
integridad has hecho que quiera ser ese gran hombre del refrán, que como el
título de estas líneas, tiene a su lado, y nunca atrás, una maravillosa mujer.
Viva La Mujería!